Resistencia Indígena en México: Luchas por la Autodeterminación y Defensa del Territorio

Publicado el 2 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

La Permanente Resistencia de los Pueblos Originarios

México es un país con una riqueza cultural indígena invaluable, donde más de 25 millones de personas se reconocen como parte de alguno de los 68 pueblos originarios. Sin embargo, históricamente han enfrentado despojo, discriminación y violencia sistemática. En las últimas décadas, estos pueblos han fortalecido sus procesos organizativos para defender sus territorios, culturas y formas de autogobierno frente a megaproyectos, políticas extractivistas y la marginación institucional. Este documento analiza cinco movimientos emblemáticos que encarnan esta resistencia, explorando sus contextos, estrategias y aportes a la construcción de alternativas antisistémicas.


1. El Congreso Nacional Indígena: La Articulación de las Resistencias

El Congreso Nacional Indígena (CNI), fundado en 1996 por iniciativa del EZLN y diversas comunidades, representa uno de los esfuerzos más significativos de organización interétnica en México. Surgió como un espacio de diálogo y acción colectiva frente a la reforma constitucional que pretendía liquidar los derechos agrarios. El CNI ha denunciado cómo el Estado mexicano, a través de programas asistencialistas y represión selectiva, busca dividir a las comunidades mientras permite el saqueo de sus recursos. Un hito fundamental fue la declaración de Cherán K’eri en 2011, donde el CNI respaldó la autodefensa purépecha contra talamontes y partidos políticos, mostrando que la autonomía es posible.

En 2017, el CNI dio un paso histórico al nombrar a María de Jesús Patricio, “Marichuy”, como vocera indígena para las elecciones presidenciales, no para competir por el poder, sino para visibilizar las demandas de los pueblos. Aunque no lograron las firmas necesarias, la campaña recorrió el país tejiendo redes entre luchas dispersas. Hoy, el CNI sigue promoviendo asambleas regionales y la creación de gobiernos autónomos, como en la comunidad nahua de Santa María Ostula, donde recuperaron tierras y expulsaron al crimen organizado. Su desafío principal sigue siendo la coordinación nacional frente a una guerra de baja intensidad que criminaliza la protesta.


2. La Guardia Indígena de Cherán: Autogobierno y Defensa del Bosque

Cherán, Michoacán, se convirtió en un símbolo mundial de resistencia indígena cuando, en abril de 2011, sus habitantes -principalmente mujeres- expulsaron a talamontes y policías corruptos, quemando camiones y declarando su autonomía. La comunidad purépecha organizó rondas comunitarias y barricadas permanentes, creando la Guardia Indígena, un cuerpo de seguridad colectiva que prohibió la entrada a partidos políticos y corporaciones madereras. Bajo el sistema de usos y costumbres, establecieron un Concejo Mayor que reemplazó al ayuntamiento, demostrando que es posible gobernarse sin intermediarios corruptos.

A una década del levantamiento, Cherán ha reforestado miles de hectáreas, implementado sistemas de captación de agua y creado proyectos productivos como viveros comunitarios. Sin embargo, la presión de grupos criminales y la falta de reconocimiento jurídico pleno persisten. Su lucha inspiró a otras comunidades, como Aquila y Nahuatzen, a organizar sus propias guardias, pero también evidenció los límites: el Estado mexicano tolera la autonomía solo cuando no desafía abiertamente el sistema capitalista. Pese a todo, Cherán sigue siendo un faro de esperanza para los pueblos que buscan alternativas al colapso ambiental y la violencia.


3. El Pueblo Yaqui: Resistencia Contra el Acueducto Independencia

La tribu yaqui, asentada en Sonora, lleva más de un siglo defendiendo su territorio y agua del despojo estatal y empresarial. En 2010, el gobierno estatal impulsó el Acueducto Independencia, un megaproyecto que desviaría millones de metros cúbicos del río Yaqui hacia Hermosillo, beneficiando a agroexportadoras y desarrolladoras inmobiliarias. Los yaquis respondieron con bloqueos carreteros, amparos legales y una campaña internacional, argumentando que el proyecto violaba el decreto presidencial de Lázaro Cárdenas que les garantiza derechos sobre el río.

En 2013, la Suprema Corte falló a favor de los yaquis, ordenando consultas previas, pero el gobierno simuló el proceso y continuó las obras. La resistencia se radicalizó: en 2016, tomaron instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad y en 2021 sabotearon tuberías. Su lucha no es solo por agua, sino por la supervivencia cultural, pues el río Yaqui es central en su cosmovisión. Aunque ganaron algunas batallas legales, el acueducto sigue operando, mostrando cómo el Estado prioriza el capital sobre los derechos indígenas. Pese a ello, los yaquis mantienen su organización tradicional mediante los ocho pueblos y sus autoridades ceremoniales, resistiendo al exterminio.


4. Los Nahuas de la Sierra Norte de Puebla: Contra las Mineras y las Hidroeléctricas

En la Sierra Norte de Puebla, comunidades nahuas y totonacas llevan años luchando contra concesiones mineras y proyectos hidroeléctricos que amenazan sus territorios sagrados. La empresa canadiense Almaden Minerals pretendía extraer oro y plata en Ixtacamaxtitlán, pero desde 2017, los pobladores realizaron asambleas masivas y bloqueos, logrando que la Secretaría de Economía cancelara las concesiones en 2023. Paralelamente, en Cuetzalan, el Consejo Tiyat Tlali detuvo la construcción de una hidroeléctrica española, argumentando que secaría sus manantiales.

Estas victorias se basaron en estrategias jurídico-políticas innovadoras: usaron consultas autónomas donde el 98% rechazó los proyectos, presentaron denuncias ante la CIDH y crearon alianzas con académicos y ONGs. Sin embargo, la embestida continúa: en 2024, el gobierno federal reactivó el Proyecto Integral Morelos (PIM), que incluye un gasoducto y termoeléctricas en zonas nahua-popolucas. La resistencia ahora se articula en la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), demostrando que la defensa del territorio es una lucha a muerte contra el modelo extractivo.


5. Los Wixárikas (Huicholes): Peregrinación y Resistencia Espiritual

El pueblo wixárika, asentado entre Jalisco, Nayarit y Durango, ha convertido su resistencia en un acto espiritual. Su lucha se centra en Wirikuta, sitio sagrado donde nació el sol y que empresas mineras como First Majestic Silver intentan explotar desde 2009. Los wixárikas organizaron marchas multitudinarias a la CDMX, presentaron recursos legales y lograron en 2012 un decreto presidencial que “protege” Wirikuta, aunque las concesiones mineras no se cancelaron totalmente. Su estrategia única incluye peregrinaciones rituales para fortalecer la unidad comunitaria y alianzas con artistas y ambientalistas.

En 2023, la comunidad de Tateikie (San Andrés Cohamiata) ganó un amparo contra la tala ilegal en sus bosques, reafirmando sus derechos como pueblo originario. Su resistencia no solo es ecológica, sino civilizatoria: defienden una cosmovisión donde territorio y divinidad son inseparables. Pese a las divisiones inducidas por programas clientelares, los marakames (autoridades tradicionales) mantienen la cohesión mediante ceremonias colectivas. Su mensaje es claro: sin territorio no hay cultura, y sin cultura no hay futuro para la humanidad.


Conclusión: La Autonomía como Horizonte

Los movimientos indígenas en México muestran que la resistencia no es solo defensiva, sino creativa: construyen sistemas de justicia propia, economías comunitarias y formas de gobierno alternativas. Su mayor desafío es la cooptación estatal mediante programas sociales que buscan fragmentar las comunidades. Sin embargo, su persistencia demuestra que otro mundo es posible, uno donde la tierra no sea mercancía, sino raíz de la vida. Su lucha no es solo por ellos: es por todos los que creen que un México justo debe empezar por escuchar a sus pueblos originarios.

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