¿La moralidad es relativa o absoluta?

Publicado el 24 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

La moralidad ha sido un tema de debate filosófico, teológico y científico a lo largo de la historia de la humanidad. ¿Existen principios éticos universales que trascienden culturas y épocas, o la moral es simplemente una construcción social que varía según el contexto? Esta pregunta divide a pensadores en dos grandes corrientes: el relativismo moral, que sostiene que lo bueno y lo malo dependen de factores culturales e individuales, y el absolutismo moral, que defiende la existencia de normas éticas objetivas e inmutables.

Para comprender mejor este debate, es necesario analizar los argumentos de ambas posturas. Por un lado, el relativismo moral se apoya en la diversidad de costumbres y leyes a lo largo del mundo, argumentando que lo que es considerado virtuoso en una sociedad puede ser reprobable en otra. Por otro lado, los defensores del absolutismo moral señalan que ciertos actos, como el asesinato o la tortura, son intrínsecamente malos, independientemente del contexto cultural.

Además, este debate tiene implicaciones prácticas en campos como el derecho, la política y la educación. Si la moral es relativa, ¿cómo podemos juzgar sistemas legales o gobiernos opresivos? Si es absoluta, ¿quién determina cuáles son esos principios universales? A lo largo de este texto, exploraremos estas cuestiones desde perspectivas filosóficas, antropológicas y científicas, con el fin de ofrecer una visión integral sobre uno de los dilemas más profundos de la ética.

El relativismo moral: una perspectiva cultural e individual

El relativismo moral sostiene que los juicios éticos no son universales, sino que están condicionados por factores culturales, históricos e incluso personales. Esta corriente se basa en la observación de que diferentes sociedades tienen normas morales distintas, y lo que en una cultura se considera correcto, en otra puede ser condenable. Por ejemplo, en algunas tribus indígenas, la poligamia es aceptada, mientras que en la mayoría de las sociedades occidentales se considera inmoral. Del mismo modo, prácticas como el canibalismo ritual o la eutanasia generan respuestas éticas completamente opuestas según el contexto.

Los defensores del relativismo argumentan que imponer una moral absoluta es una forma de colonialismo cultural, ya que se asume que ciertos valores son superiores a otros sin considerar las circunstancias históricas y sociales. Además, desde una perspectiva psicológica, la moralidad puede verse influenciada por la educación, las experiencias personales y hasta por factores biológicos. Estudios en neurociencia han demostrado que las decisiones morales están ligadas a procesos cerebrales emocionales, lo que sugiere que lo que consideramos “bueno” o “malo” puede ser subjetivo.

Sin embargo, el relativismo moral también enfrenta críticas. Si toda moral es relativa, ¿cómo podemos condenar atrocidades como el genocidio o la esclavitud? ¿Significa esto que no hay una base ética para defender los derechos humanos universales? Estas preguntas ponen en evidencia los límites del relativismo y abren el debate hacia la posibilidad de principios morales compartidos.

El absolutismo moral: la búsqueda de principios universales

Frente al relativismo, el absolutismo moral defiende la existencia de normas éticas objetivas que son válidas en todo tiempo y lugar. Esta postura ha sido sostenida por diversas tradiciones filosóficas y religiosas, desde el platonismo hasta el cristianismo. Por ejemplo, la idea de que “no matarás” o “no robarás” aparece en casi todos los códigos morales del mundo, lo que sugiere que hay un fundamento universal detrás de estas prohibiciones.

Los absolutistas argumentan que, aunque las culturas difieran en ciertas prácticas, hay valores intrínsecos que trascienden las diferencias. La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) es un intento por establecer principios éticos compartidos, independientemente de las tradiciones locales. Además, desde un enfoque racional, filósofos como Immanuel Kant propusieron que la moral debe basarse en imperativos categóricos, es decir, mandatos que deben seguirse por su valor universal, como “actúa de tal manera que tu conducta pueda ser una ley para todos”.

No obstante, el absolutismo también recibe críticas. ¿Cómo explicar entonces las discrepancias morales entre sociedades? ¿No es posible que lo que consideramos “leyes naturales” sean en realidad construcciones históricas? Además, el riesgo del absolutismo es que puede llevar al dogmatismo, donde una visión particular se impone sobre otras sin diálogo. Aun así, sus defensores insisten en que sin principios morales objetivos, la sociedad caería en el caos ético.

Conclusiones: ¿Es posible un equilibrio entre relativismo y absolutismo?

El debate entre moral relativa y absoluta parece no tener una respuesta definitiva, pero quizá la solución esté en un enfoque intermedio. Algunos filósofos proponen que, aunque ciertos valores pueden variar culturalmente, hay un núcleo ético compartido por la humanidad, como el respeto a la vida y la dignidad humana. Este “universalismo moderado” permitiría reconocer diferencias sin renunciar a principios fundamentales.

En última instancia, la reflexión sobre la moralidad nos lleva a cuestionar nuestra propia capacidad de juzgar y ser juzgados. Ya sea que adoptemos una postura relativista o absolutista, lo importante es mantener un diálogo crítico y respetuoso, entendiendo que la ética no es solo un tema abstracto, sino una guía para la convivencia humana.

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